Meditar en movimiento: equilibrando el orden físico y mental
Ya en otras ocasiones te he hablado de lo importante que es el trabajo físico al momento de organizar y ordenar, pues, cuando nos dedicamos a hacerlo conscientemente, usamos la cabeza y el cuerpo al mismo tiempo.
Lo que nuestro cuerpo aprende con el trabajo físico tiene una gran influencia en nuestro orden mental, pues ordenar es como hacer ejercicio, nos permite salir de la rigidez y el caos mental para volvernos más flexibles mentalmente y estar abiertos a recibir y soltar.
Así mismo, es la meditación en movimiento. Normalmente pensamos en la meditación como un momento de inactividad y calma, sentados en algún lugar lejos del ruido y rodeados de silencio.
Sin embargo, la meditación también puede hacerse en movimiento mientras practicamos alguna otra actividad física. El mejor ejemplo de esto es el yoga, pero existen muchas otras maneras de hacer nuestra meditación más dinámica.
Pensar menos y sentir más Al meditar en movimiento nuestra mente se enfoca en la acción que está realizando, generando apertura y flexibilidad para inducir estados de conciencia de forma natural, esto quiere decir que, de manera casi automática, nos centramos en el aquí y el ahora, pues en ese momento nuestro cuerpo tanto física como mentalmente se encuentran concentrados en la misma actividad.
Al movernos, nos permitimos ser conscientes de nuestro cuerpo y sensaciones corporales así como de nuestra respiración, lo cual nos ayuda a conocernos profundamente y a disfrutar del presente.
Formas de meditar en movimiento
Ordenando nuestros espacios Cuando nos disponemos a organizar y ordenar nuestros espacios, el cuerpo y la mente empieza a notar la diferencia de pasar de un espacio lleno de caos a uno más armonioso y habitable. Al mismo tiempo que vamos despejando y recolocando las cosas en su sitio, la mente también se va liberando y despojando del estrés para regalarnos una sensación de control y bienestar.
Caminando Caminar es una de las formas de meditación dinámica más usual, pues no necesitamos nada más que un camino y las ganas de andarlo. Mientras caminamos podemos ir notando nuestros cambios de respiración y cómo el cuerpo se va adaptando al ejercicio. Si además lo hacemos rodeados de la naturaleza, podemos afinar los sentidos escuchando el entorno y disfrutando los alrededores.
Bailando Bailar de manera espontánea nos aleja de los prejuicios, el miedo y nos ayuda a relajarnos de manera casi instantánea. Lo ideal es hacerlo con una música que te guste y que te haga vibrar, para que puedas alinear los movimientos de tu cuerpo y respiración a los de la canción. No importa si pierdes el ritmo, si lo haces de manera tranquila o alocada, haz todo lo que te surja en ese momento sin pensarlo.
Coloreando Colorear mandalas no se puso de moda por casualidad. Es tan sencillo como recordar que de niños nuestros padres nos sentaban a dibujar cuando nos veían tremendamente agitados, esto es porque concentrarnos en la tarea de dibujar o colorear sin expectativas nos permite acceder a un estado de relajación que, además activa nuestra creatividad e imaginación sin miedos y sin preocuparnos por los resultados.
En la ducha Esos minutos que te toma ducharte son ideales también para meditar, pues somos conscientes de nuestro cuerpo y, si somos capaces de evitar las prisas, por ejemplo, por la mañana antes de ir a trabajar, la ducha puede ser un espacio propicio para la relajación y el descanso. En alguna de mis publicaciones en redes sociales lo he asociado igualmente con ejercicios de visualización, en los que limpiamos todo el estrés y los pensamientos y emociones negativas para que se vayan por el desagüe y nos sintamos realmente liberados.
Meditar en cualquier lado Como ves, realmente no necesitas un momento específico ni una posición exacta para disfrutar los beneficios de la meditación.
Meditar consiste en prestar atención plena a la actividad que estamos haciendo, y sí, normalmente es más fácil estar en una habitación tranquila en una posición sentada en un entorno calmado, pero también podemos aprovechar los momentos más inesperados para hacerlo y buscar momentos de paz.
Ya sea en el transporte público, mientras friegas los platos, mientras cantas en el coche de camino al trabajo… no importa cómo lo hagas, sino hacerlo con conciencia
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