Michoacán tiene una cultura extraordinaria, cada rincón de nuestro estado tiene secretos inimaginables, te invitamos a que conozcas las capillas y templos de la Meseta purépecha, con sus cielos historiados, en donde, entre los s. XVI y XVIII los artistas indígenas interpretaron los textos sagrados en exquisitos artesonados policromados.
Vale la pena que los michoacanos, los turistas y visitantes nacionales e internacionales, conozcan el sincretismo cultural y religioso plasmado en las bóvedas de muchas de las capillas y templos michoacanos.
En la Meseta Purépecha, muchos de los templos están dedicados a Santiago, representado a lomos de su caballo blanco, el mismo color que se atribuye al Dios purépecha de la guerra Curicaueri o a los calzonzin o emperadores. Otras capillas tienen una clara vocación didáctica.
Cocucho es un poblado que se caracteriza por su producción artesanal.
Las mujeres de Cocucho elaboran bordados en punto de cruz y elegantes ollas y jarrones de barro con un resplandor metálico. A estas grandes ollas se les llama “cocuchas”.
El Templo de San Bartolomé Apóstol es un bello edificio que destaca por su sencillo campanario, su techo de tejamanil, su cruz atrial y el artesón del sotocoro con una gran pintura de Santiago Apóstol y otras de ángeles músicos.
Este tesoro arquitectónico del siglo XVI fue elaborado con piedra y lodo dándole un estilo austero. Su decoración representa los símbolos de la pasión cristiana. En el retablo principal sobresale una pintura de la Inmaculada Concepción y una escultura del santo patrono de Cocucho: San Bartolomé Apóstol.
El Coro bajo de la iglesia está decorado con una alegoría de Santiago Apóstol, que incluye una hermosa interpretación de arcángeles tocando instrumentos musicales de la edad media.
*Curicaueri
También mencionado como Tirepenie Curicaueri, Curicaveri, Cuiricaveri, Curicaberi, Kurhikuaeri.
Dios del fuego y la guerra, se le considera la deidad más antigua de los Tarascos. Identifica al enemigo y beneficia a la gente con bonanza material y un hogar con mujeres e hijos. Su representante en la tierra es el "cazonci", el Señor a través del cual los "súbditos" reciben las disposiciones de todo lo relacionado con la guerra.
También se dice que Curicaueri era una Piedra (probablemente un núcleo de obsidiana) de la cual se extraían navajas o pedazos que se le daban a los Señores para que hicieran conquistas en su nombre o para que ocuparan un determinado lugar. De hecho, tener la piedra era un requisito para ser Señor. Ésta se guardaba en un arca, se envolvía con mantas y pieles de venado, se ponía en un altar y se le hacían ofrendas.
Los atavíos de Curicaueri se guardaban en la llamada Casa del Águila, la cual estaba dedicada al Dios. Las mujeres le hacían mantasi y los hombres participaban en las guerras para defenderlo. Curicaueri estaba estrechamente relacionado con el fuego y quizás por eso los señores acostumbraban teñirse el cuerpo de negro con humo.
Su culto, servido por el mismo rey tarasco, comportaba los sacrificios humanos y su secuela de guerras santas. Las víctimas, como personificación ritual del dios, ostentaban adornos de plata en la cabeza y grandes disco de oro o plata en el pecho. Culminado el sacrificio las cabezas eran colocadas en el eraquaréquaro, equivalente al tzompantli ("hilera de cráneos") de los mayas.
Cuando alguien perecía a causa de un rayo, un “fuego divino”, devenía en objeto de deificación. Cuando moría el "cazonci", su cadáver era ofrecido como la máxima ofrenda a Curicaueri.
La veneración doméstica estaba vinculada con el fogón, el humo que se generaba de ellos era la vía de contacto entre los humanos y las deidades de los espacios celestes.
*Las «cocuchas», son aquellas ollas altas de sinuosas curvas e interior oloroso a tierra húmeda que han fabricado desde hace años y múltiples generaciones por las mujeres cocuchenses.
Una de las mujeres de la comunidad nos platica sobre la producción de dichas artesanías: «Pues esto son dos meses de producción. El material barro se amasa con los pies y se le echan arena y agua. Y ya cuando está lista empezamos a hacer la mitad de la parte de abajo y después de cinco días la enderezamos para meter el oyete o sea la boca. Luego se pule y se quema y le echan maíz molido», declaró una de las artesanas de la localidad.
Debido a este proceso, el olor de ellas cocuchas es de tortilla, además de que dicho ingrediente aporta la tonalidad característica de estas artesanías.
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Una de las mujeres de la comunidad nos platica sobre la producción de dichas artesanías: «Pues esto son dos meses de producción. El material barro se amasa con los pies y se le echan arena y agua. Y ya cuando está lista empezamos a hacer la mitad de la parte de abajo y después de cinco días la enderezamos para meter el oyete o sea la boca. Luego se pule y se quema y le echan maíz molido», declaró una de las artesanas de la localidad.
Debido a este proceso, el olor de ellas cocuchas es de tortilla, además de que dicho ingrediente aporta la tonalidad característica de estas artesanías.
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