Christine Leunens Hija de madre italiana y padre belga, se graduó en la Universidad de Carolina del Norte. Viajó a Europa para ampliar estudios, y sin embargo se convirtió en una modelo de primera línea, trabajando para diversas casas de alta costura, y anuncios de televisión. Posteriormente abandonó la profesión para convertirse en criadora de caballos en Francia al tiempo que comenzó a escribir. Mas tarde obtuvo un master en Lengua y Literatura Inglesa y Americana en la Universidad de Harvard.
Su novela, El Cielo Enjaulado ha sido adaptada para el cine por el director Taika Waititi, bajo el nombre de Jojo Rabbit.
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Reseña de 'El cielo enjaulado', libro escrito por Christine Leunens que sirvió como inspiración a Taika Waititi para su 'Jojo Rabbit'.
Judith Torquemada
17 febrero, 2020
Lo primero que tengo que decir es lo siguiente: si buscáis un complemento o una continuación de ‘Jojo Rabbit’, la exitosa película de Taika Waititi, seguramente mi película favorita de 2019, no lo encontraréis aquí. ‘El cielo enjaulado’ y ‘Jojo Rabbit’ se parecen tanto como pueden parecerse la noche y el día, y esa es una de las razones por las que estoy tan fascinada con ambos productos. Son dos maneras distintas de desarrollar una historia que parte de un mismo punto.
‘El cielo enjaulado’ nos presenta a Johannes, que nunca es Jojo, un adolescente que se ve seducido por la ideología, el presente y el futuro que plantea el nazismo; se siente responsable, además, de garantizar este último punto. Lo primero que piensas cuando te adentras en sus páginas es que Christine Leunens escribe muy bien, con un estilo propio de esos en los que intuyes que ha dedicado muchos minutos a elegir la palabra adecuada para cada situación. Su tono es melancólico y casi siempre derrotista; no hay alegría en estas páginas, ni tampoco cabida para la esperanza, independientemente de cómo sienta cada lector que puede terminar.
Empieza con un repaso de la infancia de Johannes, que continua con su paso a la adolescencia y concluye con su etapa adulta, a la que llegas apenas sin darte cuenta. Los primeros años, los primeros compases por tanto, están dedicados a explicar la forma en que el nazismo se coló en cada rincón de sus vidas, amoldó sus pensamientos y condicionó sus acciones. Y Leunens lo hace muy bien, de manera muy clara y directa.
« Nos enseñaron cosas nuevas e intimidantes. La vida era una guerra constante, una lucha en que cada raza se enfrentaba a las demás por el territorio, la comida y la supremacía. Nuestra raza, la más pura de todas, no tenía suficientes tierras, y muchos de los nuestros vivían en el exilio. Otras razas tenían más hijos que la nuestra y se estaban mezclando con nosotros para debilitarnos. Corríamos un gran peligro, pero el Führer confiaba en nosotros los niños. Éramos su futuro »
Resulta escalofriante el adoctrinamiento que llevó a cabo la ideología nazi, y que tiene en Johannes el perfecto ejemplo y en Christine Leunens la perfecta pluma para dejar constancia de ello, con delicadeza pero contundencia, y desde una perspectiva adulta pero sin olvidarse que es de niños de quienes está hablando. Hay una diferencia entre Johannes y sus padres que solo puede entenderse también de esta manera: el rechazo al nazismo por parte de la familia del protagonista es evidente solo desde la mirada de un adulto; un niño, como es él, no termina de verlo. No de forma clara.
Los conflictos familiares, las discusiones propuestas y las emociones que nacen a partir de lo anterior no podrían haberse desarrollado con la facilidad con la que se desarrollan si los personajes no hubieran estado concebidos, construidos y desarrollados también ellos de forma redonda. Esto se mantiene hasta el final, con las contradicciones propias de los seres humanos y todas sus particularidades.
« La peor discusión que tuve con mi padre fue a propósito de nuestra concepción del mundo. Yo lo veía como un lugar enfermizo y contaminado, necesitado de una buena limpieza, y mi sueño era verlo algún día habitado únicamente por arios sanos y felices. Mi padre prefería la mediocridad »
La obra cambia de enfoque a medida que la figura de Elsa, la joven chica judía que los padres de Johannes mantienen oculta, cobra importancia en la vida del joven. El libro pasa entonces de ser una exposición de aquellos años de guerra y adoctrinamiento a ser un drama histórico centrado en la decadencia de una parte de la sociedad y en un romance prohibido que termina por quitarle el sitio a Adolf Hitler en la vida de Johannes. Es Elsa quien lo ocupa todo. Es Elsa quien llena sus pensamientos, quien condiciona sus acciones. Es Elsa con quien discute cuando está a solas, es Elsa en quien piensa antes de tomar una decisión. Es a Elsa a quien maldice, también a quien ama. ‘El cielo enjaulado’ es, así, una obra que expone lo enfermizo de las relaciones tóxicas, la forma obsesiva en que el ser humano se aferra a otras personas y la facilidad con la que esto puede atraparnos de por vida.
Pero es también una reflexión en torno a la mentira y el valor de la verdad. Johannes, nos lo anuncia desde el principio, ha construido toda su vida sobre un cimiento de mentiras. De haber optado por el camino de la honestidad, los años transcurridos desde que conoció a Elsa hasta su último suspiro hubieran sido completamente diferentes. También en manos del lector queda decidir si hubieran sido mejores o si Johannes es esa clase de personaje, de persona, condenado a la mediocridad que tanto detestaba en sus años adolescentes.
« En cierto modo, mi mentira no carecía de fundamento. Lo que le dije tenía una existencia propia, y no hice más que prestar voz a una verdad alternativa. Perdimos la guerra, pero podríamos haberla ganado, era una posibilidad igual que otra. Tamizando los hechos, sólo habrían quedado unos cuantos verbos conjugados en modo condicional. Yo sólo estaba dando vida a lo que existían en el absoluto abstracto, las ramas invisibles de los espacios huecos entre lo real, las ciento una ramificaciones que podrían haber sido pero no fueron »
‘El cielo enjaulado’ es oscuro y crudo, y apenas tiene diálogo. Me ha hecho pensar en asuntos como las posiciones de poder que ocupan ciertos individuos en nuestra vida sin que ni siquiera nos demos cuenta; me ha hecho pensar en la ceguera voluntaria, en la impuesta, y también en la mezquindad. He comprendido que la autora construye la historia sirviéndose de dos mundos: el que queda devastado tras la guerra y el que solo incluye a Elsa, empleando en cada escenario muchos elementos relacionados con las características de cada uno para enriquecer la narración. Son muchos los pequeños detalles que nos dicen lo mucho que ha trabajado la autora en esta historia; al explicarnos en cierto momento que la voz del protagonista adquiere tonos agudos cuando está fingiendo, unas páginas más adelante sabemos el estado de su honestidad cuando se le escapa un agudo sin necesidad de que nos explique que está, eso, fingiendo.
« Desde mis dieciséis años, Elsa había estado confinada a un espacio detrás de un tabique, a un hueco bajo el suelo o a la habitación más pequeña de la casa. Estaba condenada a permanecer físicamente en esos lugares, pero su mente salía y vagaba a voluntad. Su situación vital era opuesta a la mía. Yo podía moverme físicamente, pero mi mente permanecía siempre a su lado, atrapada en esos mismos espacios. Envidiaba su libertad mental tanto como ella ansiaba mi libertad corporal »
Los años pasan, pero rara vez Leunens se detiene a ponerlos una cifra, como si fuera algo que también quiere reservar para la imaginación del lector, siempre consciente de este paso del tiempo gracias a alusiones como el estado de salud del protagonista o la forma en que la sociedad va transformándose, dejando la guerra atrás y afrontando otros problemas. He tardado en comprender, durante la lectura, que también nos habla de la pérdida de cordura, supongo que porque la locura (y de verdad no encuentro otro modo de explicar el viaje que se vive) está bien escondida, bien disimulada, tal vez bien insertada en la rutina que se narra en los últimos compases. ‘El cielo enjaulado’ es, por todo esto, un libro durísimo, pero en ningún caso es sentimental. No he derramado una sola lágrima, pero sí puedo decir que muchos pasajes me han angustiado.
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