lunes, 27 de abril de 2020

El Camino de Santiago. 1er Etapa. Peregrino.


Las Palabras del Peregrino

Morelia, Mich. a 28 de abril del 2020. 

Ponferrada

Es una madrugada fría, no hemos dormido de la emoción y comenzamos a caminar sin saber la ruta a seguir, las calles completamente vacías, nos acompaña únicamente el sonido de nuestros pasos. 

Por fin, aparece una persona y nos orienta hacia nuestro primer objetivo, conseguir la credencial del peregrino. No se si conoces, le dije a mi querido amigo, esa sensación; la de sentirte perdido en un lugar que no conoces, lejos de tu casa y que además sabes que debes poner tu mejor cara, si la de “no pasa nada, todo está muy bien”. 

Por fin logramos llegar al lugar indicado y obtener la dichosa “Credencial”, la persona que nos atendió marco con un sello la credencial para dar fe que el día que comenzamos el camino de Santiago era AYER, eso me hizo mucha gracia y más cuando para despedirnos de esta persona le preguntamos qué ruta debíamos seguir para el camino de Santiago, nuestro interlocutor nos respondió: “No se preocupen hay tantas señales en el camino que seguro no se perderán”, mejor no te digo lo que pensé y que por supuesto no le dije. 

Así fue como comenzamos, luego de una sesión de fotos, a andar el camino de Santiago y entonces me asaltó una pregunta: ¿este es el kilómetro 0 o lo es a la llegada a nuestro destino? 

La soledad en nuestro andar de repente se interrumpió y es que comenzaron a emparejarnos y rebasarnos otros caminantes, claro que como buenos mexicanos los saludamos y por supuesto que omitimos preguntar sobre la ruta que debíamos tomar para llegar a nuestro destino. Sólo los seguimos, suponiendo que iban a donde mismo. ¡Viva México! 

Sí ya sé, ríete todo lo que quieras, pero así fue como pasó, le dije a mi mejor amigo, para tomar un respiro en la narración de esta historia. 

De poco en poco el paisaje urbano cedió paso al rural y con el sol a cuestas apareció ante mis ojos una extensión enorme de campos de cultivo de vid, sólo de imaginar el delicioso vino que se producía en la región animó a acelerar el ritmo de mis pasos. 

Se intercalaban en nuestro caminar secciones de asfalto, cuando caminábamos por un lado de la carretera, por lo que en la primera oportunidad convencí a mi compañero de aventura a que tomáramos una ruta alterna por un camino de terracería y es que; el ruido al caminar, la sensación de pisar la gravilla y los paisajes que nos rodeaban me invitaban más que lo rutinario de seguir al pie de la carretera. 

No nos decepcionó la decisión tomada, subimos y bajamos por muchas cuestas que serpenteando entre los campos de cultivo y que nos regalaron cualquier cantidad de fotografías. 

Así el cansancio comenzó a pesar sobre nuestro andar, mis piernas pedían parar, yo me negaba y esta necedad se vio grandemente recompensada con el regalo que me hizo el camino, mi primera lección. 

- ¿qué fue lo que paso?, pregunto con mucha curiosidad mi querido amigo. 

Es un poco extraño, le dije, pero te lo voy a contar tal cual, ya tú sacarás tus conclusiones. 

Antes te diré que establecimos un acuerdo no verbal con mi compañero de viaje, que cada uno caminaría a su paso, dejando una distancia razonable entre nosotros, si “juntos, pero no revueltos”. 

Así las cosas, en un momento, justo en la parte que más curvas, subidas y bajadas tenía el camino me di cuenta que estaba completamente sólo. Sólo y sin ningún ruido y así de poco en poco mi visión periférica, se fue cerrando, como si mis ojos se hundieron en sus cuencas. 

La visión se me cerró al punto de sólo poder distinguir el camino, como si estuviera dentro de una cueva y la poca luz que dejaba pasar la pequeña entrada me permitía ver apenas el exterior. Así pasó no sé cuantos minutos o metros, ahora podía escuchar mi cuerpo; el latir de mi corazón, mi acompasada respiración. No sentí miedo por el contrario, sentía una gran paz, no escuchaba al mundo exterior, solo escuchaba a mi cuerpo. Bueno hasta percibí el crujir de mis rodillas que continuaban reclamando y pidiendo me detuviera. 

La magia terminó cuando la terracería se convirtió en asfalto y me alcanzaron otros caminantes, pero como destellos por momentos podía volver a meterme a la cueva y disfrutar de la sensación. Camine otro tramo hasta pasar frente la “puerta del perdón”, en verdad me gustaría proponer se le cambie el nombre por; “la puerta del agradecimiento” que es lo que en ese momento sentía. Mi gratitud hacia el camino, por ofrendar esta lección, en verdad mil gracias. 

Así, ya en mi realidad cotidiana, apuré el paso para satisfacer necesidades más básicas, alimento, sueño y descanso, además de las otras necesidades fisiológicas. 

- Arranque una sonrisa de mi querido amigo.

Le dije a modo de despedida, Ponferrada es una pequeña población, las personas que conocí me trataron de manera muy cordial, resolviendo los problemas que se presentaron, también para ellos hago extensiva mi gratitud.

Hicimos algunas fotos más, en sus plazas, jardines y desde su Iglesia algunas panorámicas del poblado que enclavado entre cerros y con colores muy llamativos en sus casas regalaba una vista increíble.

Finalmente nos venció el cansancio y con la idea de salir muy temprano al día siguiente de golpe me quede dormido.

¡Buen camino peregrino!

Así vivimos el Camino...




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