lunes, 27 de abril de 2020

El Camino de Santiago. 2da Etapa. Peregrino.


Las Palabras del Peregrino


Morelia, Mich. a 1 de mayo del 2020. 

Villafranca del Bierzo

Muy temprano y con los ánimos renovados comenzamos nuestro camino con destino a O Cebreiro, esta sería una etapa más complicada ya que en el último tramo se tenía que vencer una cuesta muy empinada, así que decidimos dosificar nuestro esfuerzo dejando para el final el mayor esfuerzo. 

Al frío de la mañana le siguió un muy radiante sol que nos acompañó por un buen trecho del camino, que con una pendiente suave no nos exigía mucho permitiendo admirar el paisaje y desarrollar nuestra gran afición por la fotografía. 

Pero, como bien dicen “nada dura por siempre”, y el cielo comenzó a llenarse de nubes que nos anunciaban una muy próxima lluvia, así que decidimos hacer una escala para tomar un refrigerio en un simpático restaurante que muy apropósito apareció al pie del camino, apenas logramos entrar y se desató una intensa lluvia. 

El dueño del restaurante al darse cuenta de nuestra procedencia, se puso muy contento y dicharachero trayendo a nuestra mesa una salsa especial, dijo hecha para mexicanos, nos conminó a ser generosos al ponerla sobre nuestros platillos, la verdad no tenía mucha idea de las salsas taqueras mexicanas, que dicho sea de paso ya comenzaba a extrañar. 

Nos la pasamos muy bien en este lugar y sin muchas ganas comenzamos nuestra caminata, afuera la lluvia se había convertido en una llovizna impulsada por un frío y fuerte aire. 

Era notable que el muy querido olor a tierra mojada jamás apreció, ¿qué raro, ¿verdad? 

Continuamos caminando y por fin salió de nuevo el sol, nos puso muy contentos porque justo comenzaba a hacerse la cuesta muy empinada. El camino se convirtió en una vereda, protegida por tupida vegetación y cercada a cada lado por lajas de piedra amontonadas. El piso mostraba el efecto que el agua y sus arroyos labraron dejando la tierra con oquedades exigiéndonos poner mucha atención y cuidado para no caer o torcernos un tobillo. 

Avanzamos con cierta dificultad que, al salir al descampado, cuando dejamos la protección de la arboleda, se complicó un poco más ya que de frente nos recibió un fuerte aire y observamos como el camino, cuesta arriba, nos conduciría a un conglomerado de nubes muy bajas, el paisaje se había transformado y ahora la vegetación indicaba que entrabamos a territorio de mucho frío.

A pesar del clima logramos algunas fotos muy interesantes y así continuamos ascendiendo ya sin más contratiempos que una leve llovizna al llegar a nuestro destino. O Cebreiro es un lugar para pernoctar, con unas cuantas casitas con funciones de albergue, tiendas o restaurante, fue muy fácil localizar el lugar donde se había hecho la reservación.

Ante tanta diversidad de atractivos, decidimos descansar un momento para luego intentar caminata de reconocimiento y de ser posible tomar algunas fotos a la iglesia que tanta publicidad habíamos leído. A los pocos minutos de estar descansando me desperté y cual sería mi sorpresa que al mirar por la puerta que daba al patio de este albergue, estaba ¡NEVANDO

- ¿en serio?, pero si ya era casi mayo, dijo mi querido amigo. 

Pues nada, así sin más anuncio comenzó y no dejó de nevar todo el tiempo que estuvimos. Nosotros como verdaderos niños salimos a disfrutar este inusitado evento, tomamos muchas fotos y vídeos.

Rematando con una deliciosa comida acompañada de su correspondiente botella de vino del lugar. Luego de hacer algunas compras y documentar nuestro paseo por la iglesia del lugar, y como arreciaba la nevada nos refugiamos en “nuestra habitación”. 

Si, lo digo en ese tono “nuestra habitación”, porque era como una galera donde acomodaron unas 6 camas literas, el lugar muy bien acondicionado y con todos los servicios, que incluía; ¡serenata de ronquidos! 

- y ¿eso fue todo?, preguntó con desilusión mi querido amigo.

No, deje una parte de la historia para el final, como plato fuerte, acomódate y espera que te dejará muy sorprendido 

- Ya decía yo que no te podías quedar sin contarme algo sorprendente, apuntó mi querido amigo. 

Si, apenas puedo creer lo que sucedió y así te contaré tal como pasó, ya tú sacarás tus conclusiones.

El suceso ocurrió cuando caminábamos, entre el sitio del refrigerio y el comienzo del camino de tierra que daba inicio a la cuesta tan difícil que te comenté, pasábamos por una pequeña población compuesta por muy pocas casas y su correspondiente iglesia.

Hago un pequeño y necesario paréntesis para comentarte que; hasta este momento habían sido muy pocas personas habitantes del lugar a las que habíamos visto, de hecho, en todo el recorrido esta fue una de las constantes, la mayoría de las personas que saludamos o divisamos eran como nosotros, caminantes.

Cuenta, cuenta, apuro mi querido amigo. Al pasar por el frente de una de las casas, observamos -con mucha extrañeza- que tenía abierta su puerta y exponía en venta unos rosarios, apenas divisamos al fondo de la casa a un viejito. Observamos muy de pasadita los rosarios y decidimos seguir adelante, a no más de unos 10 pasos de haber dejado el frente de la puerta de esta casa escuchamos que de la casa habían encendido la radio o el estéreo o que se yo, pero a muy alto volumen iniciando la reproducción de una canción, y bueno aquí hasta se me enchina la piel de recordar, que canción ¿crees que se escuchaba? 

- No tengo la menor idea, dijo moviendo la cabeza mi querido amigo.

La canción que estaba a todo volumen es una de Javier Solís, Sí, por increíble que parezca. 

Este cantante -mención aparte- me gusta mucho y por supuesto que lo que menos esperaba, luego de tanto silencio y de no ver a personas por el camino era escuchar música a tan alto volumen y de un cantante mexicano, la canción estaba a punto de dar entrada a la voz de Javier Solís, por lo que sin pensarlo grite el “EA” tan famoso del cantante y casi me desmayo cuando el viejito comenzó a todo pulmón a cantar la canción.

Fue mágico nos quedamos paralizados por un momento sin saber que hacer y no sé, aún hoy no lo sé, porque decimos reemprender nuestra caminata, dejando atrás la melodía y al viejito cantante.

Por la noche, ya acostado en mi litera estaba sin poder dormir, por una parte, el concierto de ronquidos que ya te comenté y por otra tratando de entender lo que había pasado todo ese día. 

Mil preguntas en mi cabeza, ¿por qué no nos regresamos a platicar con el viejito?, me hubiera gustado saber más de él, ¿qué mensaje nos tendría, el camino, en boca de este señor? ¿por qué le gustaba la música mexicana? ¿Por qué justo cuando pasamos encendió la música? Una y otra vez me martirice con el HUBIERA, hasta que por fin entró un poco de luz en mi entendimiento.

En mi vida, estas noches de insomnio acompañadas del HUBIERA habían sido muy frecuentes, de hecho, en cada ocasión al día siguiente había tenido una terrible experiencia y ahora parecía que de nuevo sucedería si es que no hacía las cosas de manera diferente y pues aquí me tienes exprimiendo el cerebro para comprender cómo podría convertir esta experiencia en un aprendizaje positivo, y mira que si se podía.

Me explico, pensé que HUBIERA era muy tóxico, que la palabra que lo sustituiría era DECIDÍ. Si en este caso tomé la decisión de no regresar a hablar con el viejito, si fue buena decisión o no es cuestión de tiempo saberlo, pero DECIDÍ hacerlo y me responsabilizo de tal actuar. Pensemos que fue una mala decisión, bueno pues simplemente debía darle la vuelta a la hoja de la historia, sacando conclusiones de valor y sobre todo PERDONANDOME. Si la decisión fuese buena, pues simplemente debía FELICITARME por ello y también sacando las consabidas conclusiones de valor cerrar esa página.

De esta manera, no continuaría cargando cosas en mi mochila, al contrario, debía aligerar lo más posible, ya que el camino continúa y no es opción el abandonarlo. 

Dicho lo anterior me despedí de mi mejor amigo con un:

¡Buen camino peregrino!

Así vivimos el Camino...




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