Las Palabras del Peregrino
Morelia, Mich. a 9 de mayo del 2020.
Barbadelo
El albergue en Barbadelo era el más grande de todos en los que nos habíamos hospedado, con una excelente atención por personal muy joven. Contaba con Restaurante y alberca, además el clima era fresco con un sol radiante y sin lluvia, disfrutamos mucho esa tarde haciendo varias panorámicas de un hermoso valle rodeado de pequeñas montañas y al destacando al fondo los puentes de una moderna autopista. El lugar estaba muy concurrido y nos invitó a compartir en la terraza exterior un par de cervezas acompañadas de una botana que para los españoles seguro era muy picante, todo era perfecto estaba en armonía y paz interior, mirando el mundo con una renovada visión.
Con el recuerdo muy presente de la caminata del día anterior nos arrojamos por el siguiente tramo en nuestro itinerario, hasta parecía que los primeros 100 KM que habíamos dejado atrás, no habían hecho la menor mella en nuestro ánimo y menos aún en nuestro físico.
Así caminamos hasta encontrar el mítico mojón que indica que faltan los famosos 100 km a Santiago de Compostela. Deja y te ilustro un poco, le comenté muy alegre a mi querido amigo.
Es necesario que se recorran y comprueben con los sellos en la cartilla del peregrino, al menos 100 KM a pie de caminata, para poder solicitar la Compostela. Este preciado premio fue el motivo principal que impulsó a mi compañero de viaje y que ciertamente podría ser la razón de que el albergue que acabamos de dejar estuviera tan concurrido.
El paisaje de poco en poco va teniendo más características urbanas, abandonando los tramos de vegetación que tanto me gustaron. Nos encontramos y entablamos conversación con varios caminantes, la ruta poco a poco se va congestionando, así sin mucho notarlo cubrimos los kilómetros que nos faltaban para llegar a Ventas de Narón, nuestro siguiente lugar de descanso. Poco antes de llegar a este lugar, se dejó caer la lluvia, que pudimos sobrellevar bien bajo el techo de un pintoresco restaurante, que a bordo de camino providencialmente apareció.
- Fue un tramo de camino muy relajado, sin “contratiempos”, me dijo mi querido amigo, acentuando la pronunciación al tiempo de decir “sin contratiempos”.
Así parecía querido amigo, le contesté, hasta que nos encontramos ó mejor dicho, nos encontró Doña Delfina.
- Sí, ¿quién es ella? Apuro su pregunta mi querido amigo.
Mira, le dije tratando de ordenar mis ideas, acabamos de pasar por una pequeña población con pocas casas y al final una granja del tipo ganadero, un establo de vacas de ordeña seguramente, bueno pues unos metros después de que pasamos el establo vimos que se nos acercaba en sentido contrario del camino una mujer de unos 70 años, vestida totalmente de negro y con un caminar pausado y apoyándose en unos palitos de madera a modo de bastones.
Esta señora, que luego nos dijo se llamaba Delfina, era la dueña del establo que te comento, una señora corpulenta, se entendía que ella personalmente atendía el ganado. Al punto que nos encontramos en el camino, nos miró a los ojos y saludo muy alegre y como si nos conociéramos de mucho tiempo nos detuvimos a platicar en medio del camino.
Este hecho tan inusual nos extrañó de sobremanera, ya te he comentado que en todo lo que llevábamos recorrido, salvo los caminantes y las personas que nos atendieron en los albergues y restaurantes, muy pocas fueron a las personas del lugar que pudimos ver.
De hecho la sensación al paso de las poblaciones era como de pueblos fantasmas y la cosa suponía a peor, ya que ni siquiera vimos o escuchamos los ladridos de algún perrito, cosa por demás difícil de entender para mí, ya sabes, cuando entras a una pueblito (decimos “Ranchito”) en México, primero te sale al paso y te saluda un perro, detrás vienen los niños y por último el bullicio de la gente del pueblo, pues nada de eso nos había ocurrido en nuestro camino.
Así que comprenderás nuestra extrañeza a que de buenas a primeras se presentará ante nosotros Doña Delfina, que comenzó su conversación con el tema obligado del clima, nos dijo que a estas alturas aún no se retiraba el frío y lluvioso, le contestamos que seguro andaba un poco loco San Pedro, algo que hizo que frunciera el ceño y entendimos que sería bueno cortar la conversación para continuar nuestro camino. Le dijimos que sí nos permitía hacerle una foto , sí la foto del recuerdo y pues ese fue el detonante, ella se negó rotundamente y nos dijo bajando su voz y con un tono de marcada amargura, que en este momento de su vida no estaba para esto de hacerse fotos y así sin más comenzó a contarnos la historia de su vida.
Una historia desgarradora que incluía muerte de seres queridos en situaciones dramáticas y finalmente, después de cuidar durante 11 años a su marido que postrado en silla de ruedas sufría de mal de Parkinson, este acababa de morir dejándola con un sentimiento de dolor y sufriendo de una terrible soledad. Al tiempo que sollozaba me conmovió tanto que intente darle un abrazo para consolarla, lo rechazó amablemente y me dijo que ya estaría mejor.
Era extraña la situación, me sentía como en una burbuja en la que las emociones establecen una fuerte conexión, el tiempo se detuvo, mirábamos como los otros caminantes se abrían paso a nuestros costados y mirándonos de reojo, como preguntándose y aquí que está pasando.
Finalmente terminamos por despedirnos de Doña Delfina, deseándole una pronta recuperación a lo que ella nos agradeció de una manera tan especial, nos dijo algo así como; muchachos muchas gracias por escucharme, eso era lo que necesitaba, ahora seguramente voy a estar mejor.
Comenzamos a caminar, sin decir ni comentar nada entre nosotros, seguramente cada uno reflexionaba sobre lo que acababa de pasar.
- Y bien, ¿qué pensaste?, ¿cuál sería el mensaje? Preguntó mi querido amigo.
Vienen a mi mente muchos recuerdos de situaciones en las que “escuchar” tiene más poder sanador que “hablar” o tener acciones para prodigar algún consuelo a las personas. Seguro que el regalo “más costoso” que podemos ofrendar a nuestros seres queridos y en general a todas las personas es; nuestro tiempo, sea tan sólo para escucharlos, para darles la oportunidad que abran por un momento su alma y descarguen todo el peso que llevan a cuestas.
No se trata de tener o mostrar empatía o solidaridad, se trata de ayudar para que cada uno de nosotros comprenda que la resignación los llevará a mayor dolor y que el único camino para sanar el alma es la aceptación. Que para nada se trata de que contemplemos pasivamente lo sucedido y nos resignemos a ello, sino que iniciemos un proceso activo de adaptación, encontrando un nuevo lugar en esta nueva realidad que ahora vivimos. En suma, la vida continua y que mejor que sea con nosotros, participando de la alegría del ser y estar presentes.
Vaya pues desde estas líneas mi gratitud a Doña Delfina, fueron unos pocos minutos de convivencia y seguro que su enseñanza la recordaré por siempre, mientras tanto;
¡Buen camino peregrino!
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viernes, 1 de mayo de 2020
El Camino de Santiago. 5ta Etapa. Peregrino.
Etiquetas:
.Viaja,
Camino de Santiago
Ubicación:
Barbadelo, 27616, Lugo, España
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