Morelia, Mich. a 15 de mayo del 2020.
O Pedrouzo
Que emoción tan grande inicia el último recorrido de nuestro camino, tan sólo nos faltan 21 km por cubrir, con un excelente clima y el mejor ánimo de nosotros y me imagino de todos los caminantes, se respira un ambiente de júbilo.
- No es para menos ya son 8 días de esfuerzo continuo, de corazón los felicito, al punto dijo mi querido amigo.
Apenas salimos del albergue y ya teníamos compañía, pero aplicamos la lección aprendida el día anterior y como premio, al poco rato los acompañantes nos ayudaron a tomarnos un par de fotos que resultaron de las pocas que nos hicimos juntos con mi compañero de viaje.
Avanzamos a muy buen paso por una zona arbolada hasta alcanzar la población de Lavacolla, en la que en 2013 acompañando a un grupo de 19 personas hicimos este recorrido, de poco más de 10 km hasta la Catedral de Santiago de Compostela.
- En serio, ¿ya conocías este lugar?, me preguntó con mucho interés mi querido amigo.
Sí, le conteste con un gran suspiro al recordar esta experiencia.
Recuerdo muy bien los detalles, era una mañana lluviosa y con neblina. El grupo, bajo las indicaciones de nuestra guía, inicio a caminar, de uno en uno y con un espacio de tiempo entre cada integrante, nos mantuvimos en silencio y con la consigna de disfrutar esta experiencia de manera personal.
Al tiempo de esperar mi turno para salir me hice una promesa, iba a recorrer este camino manteniéndome siempre a la retaguardia del grupo, actuando un poco contra mi tendencia natural competitiva y otro poco para darme todo el tiempo que necesitara para reflexionar sobre lo que estaba viviendo.
Cumplí con mi promesa y al tiempo me doy cuenta cuanto deseaba poder “hacer el camino de Santiago”. Mira lo que son las cosas, 5 años después recibo este inmenso regalo, estoy en eterna gratitud con todas las personas que colaboraron para que pudiera esto suceder.
Y como un regalo por tanto tiempo esperado, quiero irlo “destapando” poco a poco, descubriendo cada detalle.
Primero te diré, a modo de mis acostumbrados paréntesis, que; desde Barbadelo coloque una bandera de México, atada a la mochila de la cámara y extendida de tal forma que cubría mi espalda. Debo confesarte que de manera premeditada guardé la bandera en la maleta de viaje, pero hasta que llegué a esta ciudad se me ocurrió colocarla como te platiqué. Aún hoy no estoy muy seguro de las razones que tuve para hacer semejante cosa, lo que si te puedo asegurar es que el efecto, amén de llamativo nos brindó muchos saludos y palabras de aliento. Bueno, hasta un ciclista español se dio la vuelta para regresar y acompañarnos por un tramo del camino, justo después de Lavacolla y juntos intentamos entonar “cielito lindo”, que por supuesto nos salió pésimo. Entendí que la música mexicana es muy conocida y apreciada en todo el mundo, recuerdas que te platiqué del viejito cantando a Javier Solís.
- Mira que cosas, de sorpresa en sorpresa, dijo mi querido amigo.
Luego de saludar, en distintos momentos, a unas personas que nos contaron eran mexicanas y que por cierto fueron los únicos compatriotas que pudimos contactar, reanudamos con paso firme nuestro camino.
Nos esperaba el Monte del Gozo abarrotado de caminantes, nos detuvimos por la foto del recuerdo y el último sello aplicado a la credencial del peregrino que con tanto esmero cuidamos, cumpliendo con los requisitos solicitados de al menos dos sellos por día. Había gran bullicio, bueno hasta los alemanes sonreían, dije soltando una carcajada.
- Cierto estos señores tienen bien ganada su reputación de ser muy fríos y poco expresivos, apunto mi querido amigo.
Pues aquí no les valió, mira igual que en mi experiencia anterior me mantuve siguiendo los pasos de mi compañero de viaje, sobre todo para evitar los spoilers de los que desgraciadamente soy asiduo y así entramos a la zona urbana que aunque ya la conocía ahora trataba de mirar con otros ojos. Sí, me di a la tarea de mirar ahora a las personas, más que a las construcciones o edificios que antes ya había retratado y resulto muy aleccionador el experimento.
- Y ¿qué conclusiones obtuviste?, pregunto al momento mi querido amigo.
Había al menos 3 tipos de miradas, digamos de personas;
1. Los lugareños, intentando no mirar la marea de extranjeros que invadían su ciudad.
2. Los turistas, intentando parecer asombrados e interesantes, y;
3. Los caminantes, sea que estuvieran por primera vez o no, tenían una mirada muy luminosa, se notaba la emoción que apenas contenían.
Bueno pues nada, cruzando un pequeño túnel desembocas a mano izquierda en la Plaza del Obradoiro y te encuentras cara a cara con la Catedral de Santiago de Compostela. La plaza es bastante amplia y al parecer no hay momento en que este vacía. La concurrencia hace malabares para hacer la mejor toma para el recuerdo, otros lloran, unos más hasta cantan de alegría. Se siente la buena vibra y la alegría hace una gran sinergia en todas las personas que nos encontramos en el lugar.
- Y tú, ¿qué sentiste?, pregunto haciendo distancia mi querido amigo.
Yo, me emocioné mucho. Haber cumplido con este reto físico, el haber pasado por tantas emociones y reflexiones que me dejaron tantas enseñanzas, en suma mi espíritu, mi cuerpo y mi mente estaba en equilibrio y ahora me siento con la mejor disposición para compartir este “presente” con mis seres queridos y con todas las personas.
Me costó mucho trabajo el que no notaran mis lágrimas, en verdad estaba tan conmovido que llegué al llanto.
Disfruté por varios minutos esta sensación. Creo que le recomendaría a todo el mundo esta terapia, regalarse “este camino” o a lo mejor simplemente regalarse este período de autoanálisis y así poder reformular objetivos, plantear nuevas metas, que se yo, simplemente transformarse para ser aquí y ahora completamente feliz.
- ¿Todo eso sucedió en la Plaza Obradoiro?, atinadamente pregunto mi querido amigo.
No, ciertamente y como alguna vez leí, "Santiago no es el final del Camino, es el principio". Igual estoy convencido de que "Detrás de cada línea de llegada, hay una de partida. Detrás de cada logro, hay otro desafío." La vida es un continuo desafío, con infinidad de decisiones y sus correspondientes aciertos o errores, sólo puedo decirte que agradezco que sea así, que en “mi camino” me acompañen personas como tú, muchas gracias querido amigo.
Ahora más que nunca, con el corazón en la mano te digo;
¡Buen camino peregrino!
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